Hasta hace unos días quedaba una sóla imgen de ese idilio ahora extinto:
la niña de la banquita.
Entendí que ya no queda nada. Ni un olor que me agrade, ni una visión que me haga
querer llegar más rápido abriendo mis manitas.
Viviste tan engañada por algo que no valia la pena que eso hace que mi respeto
disminuya, la admiración tampoco existe ya.
Mirate ahora... recordando noches de sotano y medidas simililares que simplemente no
correspondian aunque así pareciera.
Veo el retrato, recuerdo los colores vividos convertidos en sepia y digo:
los muertos no reviven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario